Hoy es el Día Internacional del Libro. Una jornada con la que se intenta conmemorar a nivel mundial el libro, fomentar la lectura y, de manera indirecta, reconocer la gran importancia que para el hombre ha tenido el que posiblemente sea el mayor y más relevante de todos sus inventos: la escritura. La propia invención de la escritura marca el comienzo de la historia en sí. Gracias a la escritura, a la lectura, a los libros, el hombre ha podido compartir sus ideas, registrar sus crónicas, reflejar su cultura, logrando con ello no sólo enriquecerse y progresar como ser humano sino, además, luchar contra su gran enemigo, que no sería la muerte, sino el olvido.
En los libros podemos encontrar prácticamente de todo. Los temas tocados en TdM también son argumento de infinidad de obras impresas. La masturbación, las relaciones sexuales, la orientación sexual, infinidad de curiosidades sobre los genitales… son temas tocados en la literatura y en múltiples libros de conocimientos varios. Hoy en día es muy fácil en nuestro país y en la mayoría de naciones occidentales acceder a ellos. Pero no siempre fue así. Las listas de libros prohibidos que iban actualizándose periódicamente por los países europeos a lo largo de pasadas épocas daban prioridad a la hora de censurar y destruir las obras que trataban los temas que tocaran de alguna forma u otra la sexualidad. Pero si algo demuestra una prohibición es, sin duda, que el hecho a prohibir existe y es real. La preocupación y las ansias por saber y por leer sobre los temas sexuales siempre han existido y son tan antiguas como la propia humanidad. Los libros sirvieron para registrar y compartir estos conocimientos y visiones de un mundo que nunca ha dejado de llamar la atención. Muchos se perdieron con el tiempo. Otros ha logrado sobrevivir y llegar a nuestros días.
Un caso curioso sería el de la obra italiana, atribuida a Antonio Vignali, titulada como La Cazzaria, traducida al castellano como La Carajería (algo así como el mundo de los carajos, o pollas). Datado en el siglo XVI, posiblemente en 1.530, está considerado todo un tratado erótico, incluso pornográfico, centrado en una alegoría al falo. No faltarán descripciones del mismo, o fábulas que intenten explicar las ansias de éste por salir al exterior para ir tras las jóvenes o, sobre todo, meterse dentro del culo de más de uno. Una obra precursora del homoerotismo que la Inquisición española quiso hacer desaparecer del mundo católico, pero ante cuyo destierro no faltó quien luchó por hacerla conservar, como ocurriría en una humilde localidad extremeña donde, en 1.992 y gracias a la idea de una vecina por hacer obras en casa, pudo encontrarse un ejemplar manuscrito junto a otras diez obras, emparedados cuidadosamente más de cuatrocientos años atrás para ser salvados de la vorágine fanática, formando la que se bautizaría como la Biblioteca de Barcarrota.
La Cazzaria, al igual que múltiples obras sexuales antaño prohibidas, junto a infinidad de libros dedicados al sexo en cualquiera de sus formas que se escriben, crean y publican en la actualidad, pueden ser consultado y leídos hoy en día. Os invito a conocerlos. Pero no dejéis atrás el resto de literatura. Os hablarán de otras ideas, de la vida de otras personas. Os ayudarán a fomentar la imaginación, a entender mejor el mundo que nos rodea, pero sobre todo a conocer cómo es la vida que, aunque no lo parezca, no ha dejado de ser la misma desde que el hombre es hombre.
En homenaje a Miguel de Cervantes, cuyo entierro se conmemora hoy y de cuyo fallecimiento este año se cumple el cuarto centenario, os dejo con unas palabras vertidas por el mismo a través de su más destacable, conocido, imperecedero y universal personaje: Don Quijote:
«El que lee mucho y anda mucho, sabe mucho y ve mucho».
Pero si tengo que homenajear este día con una lectura, me decanto por uno de mis poemas favoritos, creado por el escritor barcelonés Jaime Gil de Biedma. De gran cultura, gran vividor y homosexual, Jaime sentenció la existencia con una oda realista sobre la vida. Se titularía «No volveré a ser joven«, publicado en 1.968 formando parte de su obra «Poemas póstumos»:
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
No dejéis de leer. No dejéis de viajar. Pero sobre todo, nunca dejéis de VIVIR.
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