Burusera ( Fetichismo por la ropa interior..)
Burusera (Fetichismo por la ropa interior..)
Psicosis en el vestuario masculino de mi gimnasio. No por el tema del tamaño genital de los que allí nos damos cita. Ya sabéis, el llamado ‘síndrome del vestuario’. Eso lo dejamos para otro día . Se trata de algo más surrealista: entre nosotros hay un ladrón de calzoncillos.
En cuanto entramos al vestuario después de sudar la gota gorda, nos quitamos la ropa como una stripper con convulsiones, dejando allí cada uno su montoncito de ropa esparcida, como si hubiera ocurrido un accidente y se nos hubieran tenido que llevar de urgencias. Y no, simplemente nos vamos a la ducha. No hace falta haber estudiado criminología para deducir que es en ese momento cuando probablemente actúa nuestro ladrón fetichista, al que el espectáculo de gayumbos, pantalones de deporte y camisetas de lycra sudadas tiradas por ahí se le debe representar como el mismo paraíso. Una tentación irrefrenable que culmina con el consabido hurto de tan personal prenda de vestir. Seguiré informando sobre el desarrollo de la historia, si me entero. Total, es un gimnasio muy grande, va mucha gente y si, he sido uno de tantos sorprendidos y desconcertados clientes que le han levantado los gayumbos. Ya. Parezco Jessica Fletcher. Sí, la vieja de ‘Se ha escrito un crimen’. Pero no pienso mover ni un dedo para resolver el caso. Ya se apañarán. Lo que haré es que llevaré unos super baratos.
El fetichismo por la ropa interior femenina es bastante común,
pero en ningún país está tan institucionalizado como en Japón, donde estas prendas, nuevas e incluso usadas, pueden ser adquiridas por un módico precio.
Hace muchos años que está de moda en Japón que las mujeres vendan su ropa interior usada. Es decir, ellas se compran la braguita, lo usan por tres días consecutivos y luego los ponen a la venta. Lo más curioso, es que debido al fetichismo que tienen estos nipones con los uniformes y otras prendas, se pelean por los calzones como enajenados. Es más, mientras más detalles tenga (como estampados, aromas, bordados, manchas y otras cosas), más dinero dan por estos simpáticos trofeos. El negocio se conoce como Burusera y le da a las mujeres muchas ganancias, ya que los machos de ese país tienen altos niveles de misofilia, una parafilia bastante interesante, por decirlo de alguna manera.
La burusera, ブルセラ
¿Qué es exactamente el burusera?
Burusera (ブルセラ, Burusera?) es un tipo de tienda en Japón en donde las mujeres jóvenes venden sus bragas usadas. «Buru» significa bragas, pantaletas, calzones y «sera» significa marinero, que hace referencia al uniforme de marino utilizado por las escolares japonesas. En estas tiendas también se vende otro tipo de ropa, como uniformes escolares, chaquetas escolares, trajes de baño escolares, etc. Estas prendas de vestir comúnmente vienen acompañadas por una fotografía auténtica de las chicas llevándola puesta. Los clientes son usualmente hombres japoneses que huelen o experimentan de algún otro modo con las bragas para obtener estimulación sexual como un tipo de fetichismo. En el pasado existían máquinas de venta que expedían paquetes de bragas usadas.
Si recordamos la serie de animación japonesa Ranma 1½,

¿Cómo funciona este tipo de negocio?
Hoy en día, los jóvenes buscan dinero fácil, es por ello que este negocio tiene una gran acogida entre l@s adolescentes. Ell@s compran ropa interior barata que usan por unos cuantos días, entonces pueden ir a una de estas tiendas (por lo general dónde lo reciben son departamentos escondidos) y allí entregan la ropa interior usada.
Lo normal es que reciban 10 veces más de lo que costó la prenda en un inicio, la venden a unos 2000 yenes (más o menos 18 dólares) hasta 4000 yenes(más o menos 38 euros) (dependiendo del olor). Estas son puestas en estanterías, donde se emplástica la prenda para conservar el olor y para que la tienda tampoco huela mal para quienes pasan solo por ahí. Pero no solo se venden bragas, se venden todo tipo de ropa usada que posea olor corporal, por lo general lo que más se usa, como uniformes escolares, ropa de deporte, etc
Si la ropa tiene más manchas, olores, en especial menstruales las prendas costarán más. Para hacer un negocio completo, se le pide a la chic@ su fotografía, en caso no de la fotografía y sea algo anónimo, las prendas reducen su precio tanto como para quien compra y quien vende. Existen tiendas dónde se compra la orina, saliva, y otros fluidos, etc (foto incluida)
Cuando se trata de uniformes escolares los precios pueden ser sorprendentes, mientras de más prestigio sea el colegio, el uniforme valdrá más, pues ahí los ven como artículos de colección, varían los precios desde 40 000 hasta 200 000 yenes, más o menos entre 350 euros hasta 1735 euros.
Uno podría pensar que quienes venden su ropa son de familias de clase media o baja, que no pueda solventar los gustos típicos japoneses de las adolescentes, pero no, quienes se dedican más a esto son las chicas de clase alta o familias acomodadas ¿por qué? Porque nunca fueron acostumbradas a las labores del trabajo, y acostumbradas a obtenerlo todo fácil, esta vía para ellas es muy solvente y cómoda.
También los chicos
En una información aparecida en el periódico japonés en lengua inglesa, The Japan Times, el propietario de una tienda de venta de ropa interior comentaba que había tenido que diversificar el negocio y dar cabida a ropa interior masculina, calcetines, uniformes, etc., porque muchas mujeres también habían empezado a buscar este tipo de objetos.
Curiosamente, hace no mucho hubo una cierta polémica cuando varias amas de casa confesaron que les daban tanto asco los calzoncillos de sus maridos, que los cogían con palillos para llevarlos a la lavadora. Seguramente la ropa interior masculina de sus maridos siga provocando las mismas reacciones, pero no así la de estos jóvenes estudiantes.
Generalmente, las mujeres que compran estas prendas suelen ser mujeres solteras, que utilizan estos fetiches para el sexo en solitario, pero no pensemos que esto es fenómeno de reciente aparición, porque hay tiendas de este tipo que reconocen que hace ya algunos años que tienen clientes femeninos.
Y exactamente igual que ocurre con la ropa interior femenina, se paga más por unos calzoncillos que hayan sido llevados durante más días, y más incluso si contienen restos de esperma.
El burusera más actual
En los tiempos actuales, toda la juventud quiere dinero fácil, no sólo las chicas, por lo que también hay chicos que roban la ropa interior a las chicas para así venderla ellos. De esta forma no se obtiene tanto dinero como si la ropa interior fuera vendida por la chica directamente, ya que cuando la roban, suele ser porque acaba de ser lavada y está, por tanto, limpia. En cualquier caso es un medio muy sencillo de obtener un dinero extra.
¿Y las leyes dónde están?
Las autoridades, finalmente, se han hecho eco del problema pero no parece que hayan tenido mucho éxito. En 2004 se promulgó una ordenanza municipal en Tokio que ilegalizó la venta de ropa interior usada por parte, únicamente, de las menores de edad. Esta ordenanza también ilegalizó todas las actividades que fomentaran este tipo de negocio, bajo pena de multa de hasta 500.000 yenes. El resto del país todavía no ha promulgado ninguna ley municipal de este
tipo.
Aun así, esta ley no ha erradicado esta práctica en la capital, sino que ha hecho que se vuelva algo todavía más soterrado, porque esta ordenanza no castiga a las chicas que venden su ropa interior, ni tampoco ha cerrado las tiendas que venden estos artículos, sino que ha motivado la proliferación de páginas web para móviles en las que las chic@s contactan directamente con el comprador, evitando así intermediarios (y evitando también el acecho de las autoridades). La forma estándar de funcionar, entonces, es citar al comprador en un lugar con poca luz, como podría ser una habitación de un local de karaoke, por ejemplo. Entonces, l@s chic@s se quitará la ropa interior delante del comprador que, a cambio, le entregará una cantidad de dinero previamente pactada.
Curiosamente, gracias a esta nueva ley y al soterramiento de esta corriente de venta ilegal de ropa interior, l@s chic@s hoy en día están cobrando por unas bragas entre 5.000 y 10.000 yenes, de 45 a 87 euros más o menos.
Otra manera que han encontrado estas chicas para sacar un dinero extra, sin vulnerar la ley, es la de vender fotos en las que aparecen con sus uniformes de colegio, por unos 5.000 yenes aproximadamente, y entonces dar como regalo unas bragas usadas como si del regalo de una revista se tratara. De esta forma, las autoridades no pueden actuar, porque lo que realmente están vendiendo son fotos, no su ropa interior.
Pero en japón, hay variantes de esto:
Namasera
Namasera (ナマセラ, Namasera?) es una variante de Burusera. «Nama» significa fresco. El concepto es el mismo que las burusera, pero los artículos aun siguen siendo usados por la mujer, que después se los quita y se los entrega directamente al comprador en el punto de venta.
El precio de un par de bragas puede rondar entre los 5.000-10.000 yen (entre 30 y 70 euros).
Muchas estudiantes que no han cumplido la mayoría de edad participan en la venta de sus bragas, ya sea mediante las tiendas burusera o utilizando lugares de teléfonos móviles para vender directamente a los clientes. En el 2004 muchas mujeres menores de edad (llamadas kagaseya) se vieron obligadas a abandonar la práctica por razones legales y tuvieron que dejar que sus clientes olieran entre sus piernas mientras llevaban las bragas puestas. Otras decidieron dejar sus bragas para ser vendidas junto a una fotografía de ellas mostrándolas puestas.
El fetiche de las bragas no es único de Japón, pero es el único país en donde se ha institucionalizado a tal grado.
Kagaseya.
Y por si fuera poco, el negocio se va extendiendo, y se están creando nuevas áreas de negocio en las que antes no se había pensado. De hecho, estas chicas a veces ya ni siquiera necesitan vender su ropa interior, porque les basta con quedar con un cliente, acompañarle a una de las salas de cualquier local de karaoke, y dejarle que meta la cabeza entre sus piernas, para que pueda aspirar sus olores íntimos, hasta quedar saciado. Esta práctica recibe el nombre de kagaseya, 嗅がせや, y los hombres llegan a pagar hasta 10.000 yenes por cita.