La primavera ya está aquí. Atrás empiezan a quedar los meses de invierno y los días de frío y lluvia que con él lleva aparejados. Las temperaturas van subiendo, con el cambio de hora los días se alargan, y la explosión floral invita a salir no sólo de casa sino también de la ciudad, en pro de disfrutar de la naturaleza y del paisaje, descubriendo parajes nuevos o volviendo a visitar rincones ya conocidos.
Con la mochila puesta y con un buen calzado, podemos realizar una ruta ya marcada o diseñar nosotros una acondicionada a nuestros gustos o necesidades. Si nos decantamos por coger la bicicleta, no sólo podremos alejarnos más de nuestro domicilio, sino aprovechar para realizar deporte o un ejercicio más completo que el que ya llevaríamos a cabo con la caminata. Pero coger el coche tampoco estaría mal, si deseamos visitar una amplia zona o una serie de enclaves con acceso acondicionado para el tráfico rodado.
Pero la primavera lleva aparejado algo más. Es la llegada de la de la fertilización. Una explosión de vida de la que el ser humano no está completamente desligado. En medio de tanta naturaleza en plena florescencia, invitados por la mejoría temporal, el instinto nos puede llamar y sentirnos deseosos de expandir también nuestra semilla fertilizadora por los campos. Una parada en medio de la ruta ciclista, una pausa en un remanso junto a la carretera o en pleno área de descanso, son buenas opciones para cesar en nuestra actividad, disfrutar del entorno y, envueltos en la naturaleza sacar nuestros genitales al aire libre para que vuelvan a fusionarse con el medio ambiente e, inspirados por el fecundo contexto, regar con nuestro jugo más íntimo nuestro rededor. Pero mejor que hacerlo junto a nuestra bicicleta o nuestro vehículo, es llevarlo a cabo perdidos en plena naturaleza. Sobre un risco o metidos dentro del bosque, alejados de lo mundanal, las ganas de entregarnos a nuestras ansias masturbatorias se incrementarán e, inclusive, podría acrecentarse el impulso de comunión con la madre tierra decidiendo por quedarnos completamente desnudos entregados a los placeres del onanismo más puro. Sería un estupendo colofón con el que poder disfrutar más si cabe de nuestra ruta, o inclusive convertir el pajote en el motivo principal que nos lleve a ejecutarla.
¿Hay mejor manera de celebrar la llegada de la primavera?
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