De Camping y otras Cosas

De Camping y otras Cosas

Relato por: Anónimo
Categoría: Gay-Incesto
Fecha: 03/09/20014

Relatos TDM, Técnicas-de-Masturbación

Soy un hombre divorciado, tengo 39 años y dos hijos, de 19 y 18 años. Me casé muy joven. A los 21 dejé embarazada a mi novia, y tuve que casarme con ella pese a la oposición de toda la familia. Mis padres aún creen que mi futuro quedó entonces truncado, sin poder estudiar, sin labrarme un futuro mejor. Pero nació Alberto, mi hijo mayor y ello me dio aún más ganas para luchar en esta vida, tantas, que un año después vino al mundo mi segundo hijo Álvaro. Hoy soy un hombre feliz al ver lo fuertes y sanos en que se han convertido estos muchachos… Pero aún no sé en qué me han convertido a mí.

En la Semana Santa del año pasado me los llevé a los dos de acampada. Su madre, con quién pasaban la mayor parte del tiempo, consintió y los tres acampamos en un camping, en la montaña, cerca del lago al que yo había ido de joven tantas veces a pescar. Tras montar la tienda de campaña y comer algo, alquilamos un bote y estuvimos remando en el lago. Mi hijo menor, Álvaro se divirtió mucho con la caña de pescar, pero no consiguió nada más que las risas de su hermano, quien le retaba a pescar algún pez que poder comer esa noche. Estábamos exhaustos y tras comer algo en la cantina, nos acostamos pronto. Alberto se puso a mi izquierda, embutido en su saco de dormir, y Álvaro se acomodó a mi derecha. Yo ni siquiera me metí en el saco, ni me desvestí, así que permanecí con mis Levi s enfundados y cuando noté que la respiración de mis hijos era más pausada y tranquila, señal de que ya estaban en el séptimo sueño, me dormí. Recuerdo que tuve un sueño erótico, un sueño muy caliente. En mi sueño, Paca, la chica de la panadería que por aquella época a mi me atraía mucho, me estaba masturbando e intentaba tragarse mi rabo. Cuando se lo introdujo en la boca me corrí, al igual que un adolescente inexperto. Al despertar ni me acordaba, pero fue al ir a orinar cuando vi que tenía restos de semen en el pene, en mi pubis y hasta en mi abdomen y que mis calzoncillos estaban manchados de… mi propia leche. La cosa no me extrañó mucho porqué pronto acudió a mi mente el sueño, sin embargo, pensé somnoliento, era un poco raro no tener los pantalones manchados. Y por último, no quise ni imaginar en las consecuencias de lo que sucedería si alguno de mis hijos llegara a despertarse justo cuando me corría, ya que, según mi mujer y algunas otras con quienes he tenido relaciones, yo soy muy escandaloso en el momento del orgasmo.

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Durante la mañana intenté no pensar en el sueño ni en mi polución nocturna; debía de tener mucho líquido acumulado en mis testículos y la verdad, hacía mucho tiempo que yo no ma que ponía yo cuando era adolescente. El corazón me dio un vuelco al comprobar que era mi hijo menor, Álvaro, quien ponía tanto cuidado y empeño en masturbarme. ¡Mi hijo, mi propio hijo, aprovechando que yo estaba dormido, abusaba de mí! Me quedé petrificado. ¿Qué le pasaba a Álvaro para comportarse así? ¿Era mi hijo gay? ¿Y yo, cómo es que no era capaz de hacer nada para impedir esta incestuosa situación? En medio de tales elucubraciones me hallaba cuando, en la oscuridad de la tienda, Álvaro se incorporó y se introdujo mis 18 cm de carne dura en su boca. Dios mío, la sensación de placer que me invadió hizo que me olvidara de todo lo demás… Álvaro me la chupaba y me pajeaba a la vez con tal finura que pronto noté una cierta presión en mis huevos, que embutidos en mis vaqueros, amenazaban con explotar. Me corrí con un grito, fue como un largo arghhhhhh!, que medía la intensidad de placer que estaba experimentando. Ya ni siquiera me importó si Alberto se despertaría o no. Acto seguido, alucinado e inmóvil ante tan inaudita situación, mientras yo aguardaba y pensaba qué a hacer a continuación, mi hijo me limpió el rabo, con la boca, tragándose todos los restos mi leche y limpió mi pubis con algo, que supongo sería una camiseta. La operación me hizo gemir de nuevo y me convulsionó todo el cuerpo, pero permanecí inmóvil, incapaz de hacer nada, ni siquiera cuando las manos de mi hijo devolvieron mi polla, aún dura, al interior de mi bragueta y cerraron la cremallera de mis pantalones.

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Algún tiempo más tarde escuché gemir a mi hijo y no tuve duda que se estaba masturbando. Fue en ese instante cuando decidí hablar con él de lo sucedido muy seriamente, de hombre a hombre. Qué me explicara lo que había hecho, y por qué… Pero no me atreví; finalmente me vi obligado a aguardar al día siguiente.

Amaneció y me despertó mi hijo mayor. Me gustó ser despertado, puesto que al final, había logrado dormirme, tras pasar horas pensando en cómo afrontar la situación, para no herirle, para no hacerle sentir mal y la vez que yo mismo no saliera mal parado. Fingiendo que no había sucedido nada, les preparé el desayuno, que consistió en unos zumos de fruta y unos trozos de pan duro con mantequilla y envié a mi hijo mayor al pueblo a por víveres. Cuando Alberto se montó en mi auto, y maniobraba para salir de allá, decidí hablar con Álvaro.

-Álvaro hijo, puedes explicarme qué pasó anoche le pregunté. Admito que no fue el mejor modo de afrontarlo, pero fue la primera frase que fui capaz de pronunciar.

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-¿Anoche? ¿A qué te refieres? preguntó él confuso.

-Permanecí en silencio. Fingía estar pensando, pero en realidad aguardaba a que él añadiera algo más. No lo hizo, así pues tuve que seguir improvisando.

– Te escuché – dije, por decir algo- Te estabas masturbando.

En ese momento alzó su mirada hacia mí, y el rubor tiñó su cara. Me partía el corazón verle así, en esa situación, pero yo no podía decirle nada más y creo que él sabía que yo eludía la cuestión principal, es decir, el hecho que si yo sabía que él se estaba pajeando era por que yo estaba despierto ya que él previamente me había pajeado a mi.

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De nuevo se hizo el silencio entre nosotros. No sé si la vergüenza, no sé si el pudor, o incluso el hecho de que él había abusado de mi mientras yo dormía, pero la estropearlas enfadándome con mi hijo, o como mínimo poniéndole mala cara. De modo que fingí que todo estaba bien y el día trascurrió sin grandes sobresaltos. A excepción de que cuando fui a las duchas a asearme caí en la cuenta de que había olvidado mis slips en la tienda. Una vez duchado me vestí, sintiendo la libertad que te da el no llevar ropa interior y cuando recogía la ropa sucia, resbalé y me caí con tan mala suerte, que en la caída los fondillos de mis vaqueros se rajaron. Claro, no era de extrañar, si esos jeans, aunque limpios eran más viejos que mi hijo Álvaro… y, según recordé mucho más tarde los había puesto en la lavadora con lejía por error. Ahora justo en la entrepierna había un descosido de unos 6 centímetros y casi tenía un trocito de culo al aire. Maldiciendo mi suerte, volví a la tienda, y como no tenía otros jeans, un jersey largo bastó para disimular el desaguisado y tuve suerte de que nadie notase nada. O tal vez si….

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Por la noche, después de haber cenado en la cantina, regresamos a la tienda a aguardar el sueño., pero resultó que los dos estaban más desvelados que nunca, puesto que Alberto el mayor, no paraba de hablar de la liga de fútbol con Álvaro, a la vez que le tomaba el pelo y le llamaba niñato y cosas por el estilo. Cuando Alberto se cansó de meterse con su hermano, de su mochila sacó, para sorpresa nuestra, una revista pornográfica y se la arrojó a su hermano. Para mi horror vi que se trataba de una de las fuertes. Álvaro la recibió abierta en un apartado peligroso: en la revista dos hombres y una mujer se hallaban entregados al sexo en todas las posturas imaginables -Alberto ¿cómo te atreves? le dije indignado, y le ordené a Álvaro que me diera la revista inmediatamente.

-¡Papá exclamó Alberto- estas revistas las tenía yo de hace algunos años y a veces sé que Álvaro las mira de vez en cuando, y se hace pajas y no hay nada de malo en eso…

Álvaro iba pasando las páginas hasta que llegó a una y se quedó inmóvil contemplándola. Al cabo de un momento le enseñó la fotografía a su hermano y éste se echó a reír con picardía.

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En la fotografía la mujer estaba siendo sodomizada.. Yo ya no sabía si escandalizarme o reírme también, máxime cuando Alberto me preguntó: -Oye papá, ¿tu has dado por el culo alguna vez a alguien?Otra jarra de agua fría, pero esta vez venía de mi hijo mayor. Pese a que ya contaba con diez y nueve años, y por la seguridad con qué lo preguntó, supuse que ya no era virgen. Frente a él Álvaro le miraba con la boca abierta.

-Si contesté, ésta vez quería zanjar la cuestión de una vez por todas e intentar dormir.

-¿Y cómo es? ¿Qué se siente? quiso saber Alberto.

¡Maldita sea! Ahora me tocaba responder algo que no me apetecía responder. Confieso que a veces es difícil hacer de padre. ¿Qué debía contestar? Definitivamente le di una respuesta brutal…

– Es una cosa muy estrecha, que te envuelve tu polla como un guante y te da un gusto que no veas, aunque tienes que hacerlo con tacto, porqué es violento para la chica. Piensa que le puedes hacer daño y mucho.

-¡Joer papá! Exclamó él tengo ganas de encular a alguna…

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-Si eso mismo, joer, pero será mañana. Venga a dormir. La educación sexual no la vas a encontrar aquí, así que dame esa revista. le ordené. Y una vez me que me la hubo dado todos nos fuimos a dormir.

Esa noche hubiera dejado que me tocara ahí… Entonces una mano agarró mi cipote, y a la vez un dedo se introdujo en mi ano. ¡No me lo podía creer! Mi hijo me estaba volviendo a masturbar a la vez que trataba de… qué, aún no estaba seguro. Lo que sí sé es que dejé escapar un gritito, no sé si de sorpresa, no sé si de dolor o de qué. Entonces, la tienda se iluminó a la luz del candil. Alberto había despertado y estaba mirando la escena alucinado.

-¿Qué pasa aquí? preguntó.

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Evidentemente no cabían muchas explicaciones. Yo acostado, con las piernas un poco abiertas, a mi lado mi hijo, con una mano agarrando mi polla y con la otra metiéndome un dedo por el culo, mi culo virgen… Podía parecer que yo me estaba dejando hacer… Entonces la situación cambió en cosa de segundos….

-No Alberto dije incorporándome no es lo que crees, yo acabo de despertarme…

Sus ojos se habían concentrado en mi pene, que aún erecto, se hallaba como envuelto por la mano de hijo. Su nuez en su garganta subía y bajaba y antes de que yo pudiera reaccionar se lanzó sobre mi rabo y lo tocó, lo acarició y lo envolvió como si quisiera hacerlo suyo…

-Alberto, Álvaro, qué me estáis haciendo… ¡basta ya! exclamé.

Todo se precipitó.

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Recuerdo que uno de ellos volvió a guardar mi pene en la bragueta, pero que subió la cremallera hasta más o menos la mitad… Sentí que mientras yo intentaba reaccionar y revolverme sin éxito, varios dedos iban introduciéndose en mi ano, mi ano que hasta entonces había permanecido virgen, impoluto, y casto, como prueba de mi hombría y parte de mi masculinidad. Puede ver como Alberto se quitaba los shorts, y que se acariciaba su respetable pene… Me dio hasta miedo, por qué aún a la débil luz del candil, parecía que le brillasen los ojos…. Pronto Álvaro se arrodilló y se acomodó para ir dando lengüetazas a mi capullo, que había quedado al descubierto junto con medio tronco de mi rabo. Yo ya estaba gimiendo, ya que como cualquier hombre, poseo una gran sensibilidad en el glande. Y fue entonces cuando, como la parte más atroz de la peor pesadilla, Alberto, mi hijo mayor, se arrodilló frente a mí, me separó las piernas y las colocó sobre sus hombros. Recuerdo que sentí escalofríos cuando noté la cabeza de su pene en contacto con mi esfínter. ¡Iba a ser enculado, yo, a mis 39 años, por mi propio hijo!Un dolor atroz surgió desde mis entrañas. Me pareció que me iba a reventar el culo. Ahí estaba yo, espatarrado y con los pantalones puestos, con las piernas sobre los hombros de mi hijo Alberto, mientras él intentaba metérmela y resistiéndome a los lengüetazos que sobre mi capullo iba recibiendo por parte de Álvaro.

-¡Oh papá, ya falta poco pa que entre entera! Exclamó Alberto- esto es de cine…

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A medida que eso trozo de carne dura que era el pene de Alberto se abría paso en mis entrañas, yo gritaba de dolor. Podía notar cada milímetro entrando, avanzando, taladrándome, en una palabra, desvirgándome. Me estaba partiendo en dos el culo y el muy cabrón lo sabía y parecía estar disfrutando con ello.

-¡Oh, arghhhhhh! Chillaba yo- ¡Chaval paraaaaaaaaa, me estás haciendo dañooooooo, que me estás enculando, me estás follandoooo! -¡Eso te dije antes que quería hacer papá, quería encular a alguien-¡ contestó él empujando con fuerza -¡Ya casi está!Cuando finalmente logró introducir toda su verga en mi, no se movi&oacute pene que reclamaba su parte de acción en medio de aquel caos, y que ahora, había quedado relegado a un segundo plano, ya que el placer lo estaba recibiendo por mi culo. Era una acometida de pasión desbordada, era el sexo en una nueva dimensión, sexo desbocado, como un caballo que se escapa sin control. Por primera vez, deseé que me tocaran… que me hicieran una paja o algo., y que se liberara lo que sentía entre las piernas.

-¡Oh hijo, me estás follando. Cabrón! ¡Que me estás desvirgandooo, arghhhhhh!Lascivamente Álvaro iba acariciándome la bragueta, donde el bulto de mi entrepierna delataba una erección que ya quemaba. Y cada vez más deprisa mi hijo fue follándome, desgarrándome por dentro, y en medio de mis gritos y mis gemidos me abandoné al placer…

-¡Me voy a correr ahhhhhhhh Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me voy a me voy a correr yo solo, arghhhhhh. . . Dios, me corro, me corr…! Y pareció que me estallaba el nabo. Noté mi semen caliente brotar de mi polla a chorros mientras mis huevos se convulsionaban y pronto sentí la humedad en mis vaqueros. Fue tal la presión de mi tranca atrapada en mis pantalones, junto con las caricias de mi hijo Álvaro, pero sobre todo con el pene de Alberto clavado que mi culo que el orgasmo fue brutal. Fui consciente de que era la primera vez que me corría sin ni siquiera haberme tocado… Entonces escuché gemir a Álvaro, en medio de una rápida paja su polla dejó escapar un aparatoso chorro de semen que fue a estrellarse sobre mi cara y mi pecho. A mitad de mi corrida, entre mis gritos y placer y los gemidos de Álvaro, noté como mi culo se hinchaba aún más, como la cara de Alberto se contraía, como él cerraba los ojos y trataba de hablar… de decir algo, algo así como…

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– -¡Papá joer, en tu culo me corroo, que me viene ya, que voy… papaaaaaaaá!Y algo me quemó por dentro, algo que me hizo gritar aún más. Mi hijo me inundó el ano con su leche, tanto, que cuando me puse en pie, medio mareado, noté como me resbalaba su leche desde mis entrañas. Alberto se había corrido al fin, liberando un torrente abrasador dentro de mí.

Pero la cosa no acabó ahí.

Resbalando el semen de mi hijo mayor de mi culo, respiré hondo intentando asimilar lo que acaba de ocurrirme… Había sido sodomizado por mi hijo mayor, y masturbado en varias ocasiones por mi otro hijo. Era mi primera experiencia homosexual. Y envuelto como me hallaba en esta nube incestuosa pronto tuve otra erección ya que el solo pensamiento de ser deseado por los dos provocó que se me encendiera la sangre de deseo. No sentía nauseas, no sentía repulsión, no había ningún sentimiento de asco. Sólo otro torrente de testosterona corriendo por mis venas, junto a dos machos: mis hijos. De modo que me quité lo vaqueros, mientras los últimos chorretones de semen me resbalan pierna abajo, y les enseñé mi erección a los dos… Ahora me hallaba arrodillado sobre el suelo de la tienda de campaña y mi pene erecto, aún manchado de mi propia leche, era todo un reclamo de guerra…. El primero en hacerse con él fue Alberto. Sin mediar palabra lo asió con sus fuertes manos y fue tragándoselo todo… A mis espaldas, Alvaro se arrodilló a su vez y me la metió. No me sorprendió…Yo aún tenía las paredes de mi culo adoloridas por la follada anterior, pero pronto estas se adoptaron a la polla de mi hijo.

Recuerdo que grité como si me estuvieran abriendo en canal…Me sentía como poseído por ese infierno sexual, como un loco. Tal vez se me desencaj&o él se resistió y forcejeó.

-¡No, no, no, papaaaaaaaa, no! clamó- soy virgen, no me rompas el culo por favor, nooooo!¿Y qué se creía que era yo momentos atrás, cuando me había follado con los pantalones puestos? ¿Monja de clausura? Demasiado tarde. Escupí sobre su esfínter y el introduje un dedo.

-¡Arghhhhhh! fue su respuesta.

Me dediqué a meterle y sacarle un dedo de su agujero, mientras que comprobé, con la otra mano, que su polla estaba otra vez dura como el acero, su polla, su polla de adolescente que momentos antes se había clavado en mi culo de forma tan lasciva. Las acometidas de Álvaro, que con su pene prácticamente iba devorando mi culo, provocaron que mi rabo, no solo mantuviera su erección, si no que además, éste, se mostrara duro como un mástil, pero caliente, palpitante y apunto para atacar. De modo que sin más preámbulos lo clavé en el culo de mi hijo mayor. Yo ya estaba a punto de desmayarme debido al placer que estaba sintiendo. Primero entró hasta la mitad y pareció quedarse atascado. Por más que yo empujase, mi hijo contraía sus músculos para evitar que mi nabo avanzase más… Y gritaba como un si lo estuvieran destripando.

-¡Hijo mío! Exclamé- tienes que dejarte ir, no ofrezcas resistencia y el dolor desaparecerá, creeme. Sé lo que hago, ya te dije antes de que me follaras tú, que yo ya me había follado varios culos… ¡Aguanta como un hombre chaval! -¡Arghhhhhh, parece que me vas a reventar! sentencióEntonces, en una nueva intentona, mi rabo terminó por taladrarlo, y cuando lo hizo, un enorme grito escapó de su garganta… Temí estar haciéndole daño, temí que alguien nos hubiera podido oír, y apunto estaba de abandonar cuando de pronto los gemidos de Alberto, aunque mezclados por más gritos, me hicieron creer que ya me estaba disfrutando. Empujé y empujé con todas mis fuerzas, como si me fuera la vida en ello…

Detrás, pegado a mi nuca, el aliento de Álvaro y sus gemidos de placer al encularme, delante, Alberto, en cuatro patas perdiendo su anal virginidad y soportando mis embestidas…. No recuerdo cuando tiempo más pude aguantar… Sólo sé que nuevamente sentía que algo me quemaba las entrañas, mientras Alvaro gemía como un loco…

-¡Me corro, me corroooo! gemía, corriéndose dentro de mi culo…

Yo por mi parte comencé a pajear a mi hijo mayor mientras seguía follándomelo… No tardó en correrse. Vi como echaba la cabeza hacia atrás, como rogando o implorando algo al Cielo, y como se le desencajaba la mandíbula. Un segundo después, pude ver por encima de su hombro, el chorro blancuzco de su leche salir disparado en medio de su orgasmo. Parecía un geiser por la violencia y la fuerza de la corrida.

-¡Ahhhhh, Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, que placer! gritó.

Tras él me vine yo, colocando mi verga sobre sus glúteos y empujando suavemente mí leche salió disparada sobre su espalda, como un testigo más de la lujuria sexual de la que habíamos sido presa. Después dormimos, los tres, acurrucados unos sobre otros.

Meses después, en medio de un fin de semana en el que los dos estaban conmigo, en medio de una improvisada cena, en el sofá, frente al televisor, Alberto iba comiendo, pero le acariciaba la entrepierna a su hermano. Pude ver, como allá, entre las piernas de Álvaro, algo había crecido, duro, y caliente. Cuando Alberto se percató de que yo estaba mirando, no dudó en acariciarme la bragueta…

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Nacho

Administrador, Editor, y el loco inventor de todo esto, apasionado del sexo en todas sus versiones con una mente abierta, creativa y e innovadora. Pajillero innato, amante de las pajas entre colegas. Vive en Madrid, España, A sus 36 años, casado y con dos churrubeles, siempre que puede esta dispuesto para una reunión de pajas y de organizarlas, es el responsable de organizar el club de pajas de Madrid. Informático de profesión, amigo de sus amigos, siempre dispuesto a ayudar.

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2 Respuestas

  1. Guaoooo, cuanto placer y fustración ha de sentir un padre en una situación asi, no es facil lidiar con sentimientos encontrados y los perjuicios sociales.Rica y muy caliente el relato, lo mejor es,que todo quedó en familia, jeje….<br />Saludos, <br />Amando Los

  2. Jose dice:

    Menudo par de hijos.que aplicados son.je.je.vaya polvazo le echaron al padre.aunque el padre salio ganando dos pollas para el solo…

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