Doble Vida

Doble Vida

Relato por: Anónimo
Categoría: Gay-Primera vez
Fecha: 26/06/20014


Un hombre casado nos cuenta como empezó a llevar la doble vida que tiene.
Estoy arrodillado en el sucio suelo de un baño público. Un muchacho, de no más de 20 años, se está corriendo en mi boca, llenándomela de su caliente y sabroso semen. gimiendo, apretando mi cabeza contra su polla. Trago para que nade se salga de mi boca, mientras él sigue lanzando sus chorros de placer.Sus dos amigos lo esperan fuera. También me tragué la leche de esos dos. La del tercero, que se está descargando a placer, se mezcla en mi estómago con las otras corridas. Luego le chupo su preciosa polla para dejársela limpia. Él se la guarda y se va.Arrodilladlo, oigo como los tres ríen y se van. Uno de ellos grita:”Adiós, maricón de mierda”.

Bajo mi bragueta. Mi polla está muy dura y llena de líquido pre seminal. Me hago una paja recordando las tres pollas que acabo de mamar. Su sabor, su dureza. Ensucio aún más el suelo, salpicándolo con mi propio semen.
Después, me levanto y me voy a casa. Es casi la hora de cenar. Mi mujer y mis hijos ya estarán en casa.

No me pregunto como yo, un hombre al que todos consideran heterosexual, casado y con dos hijos, acaba de chuparles la polla a tres jovenzuelos en el baño de un centro comercial. Simplemente es porque me gusta, me excita. Me encanta mamar pollas.

Al principio no entendía porque sentía esos deseos. No me gustaban los hombres. Me excitan las mujeres. Por la calle miraba a las mujeres. Aún las sigo mirando. Pero ahora también miro a los hombres. Más que a los hombres, sus paquetes, sus pollas. Me pregunto cómo serán. A qué sabrá su semen.

¿Cómo termia un hombre ‘felizmente’ casado, de 45 años, chupando pollas? Pues no sé los demás, que los hay, los he visto. Sólo sé como llegué yo a esto.

Me encanta el sexo. Al principio de casados, mi vida sexual con mi mujer era plenamente satisfactoria. No había nada que no hiciéramos. El sexo oral era mi preferido. Tanto hacérselo a ella como que ella me lo hiciera a mí. Me encantaba como mi esposa me chupaba la polla. No era sólo sentirla. Era verla. Ver mi polla entrado y saliendo de su boca, como ella me miraba. Cuando notaba que me iba a correr, siempre me preguntaba si quería correrme en su cara o en su boca. Yo le decía que lo que ella quisiese. Unas veces me hacía llenarle su linda cara. Otras, se lo tragaba todo a medida que me corría dentro de su boca.

También hacíamos sexo anal, cuando ella estaba muy cachonda.

Fueron años felices. Muy felices.

Todo empezó a cambiar cuando nació nuestro primer hijo. El sexo se fue haciendo menos frecuente. Me refiero al sexo entre nosotros. Mi deseo seguía igual que antes, pero ella empezó a rechazarme. El niño era la escusa.

Después de varios años, volví a masturbarme. Calmaba así mis deseos, a la espera de que ella tuviese ganas. Y las ganas eran cada vez menos.

Con el segundo niño, la cosa fue a peor. Su líbido casi desapareció. La casa, cuidar de dos niños…Yo lo entendía. Aún así, tuvimos muchas discusiones. La amaba, y sigo queriéndola. Le dije como me sentía. Que la deseaba. Que deseaba tener sexo con ella.

Pero no lo conseguí. Lo único que obtuve fue alguna paja y de vez en cuando una mamada. Pero ya no era como antes. No había morbo. Ella lo hacía para complacerme, pero no ponía el mismo entusiasmo que antes. Ya ni siquiera se tragaba mi semen.

Los niños crecieron. Yo me masturbaba a diario. Siempre le pedía a ella que me hiciera algo. Una pajita, una mamada. Un par de veces por semana, accedía. A veces, ni eso. Por mi cabeza pasó la idea de serle infiel. De buscar una mujer que me diera todo el sexo que yo necesitaba. Pero descarté la idea. No quería hacerle daño. No quería poner en peligro mi familia. Fuera del terreno sexual era muy feliz. Me dije que siempre tendría a mis ‘cinco amigos’.

Compramos el primer ordenador para que los niños lo usaran para estudiar. Por supuesto, jamás lo usaron para eso. Jugaban, chateaban, descargaban películas, música. Nunca vi que entraran en alguna enciclopedia, que hicieran algún trabajo para clase con el ordenador.

Yo tenía ordenador en la oficina. Y sabía usarlo. Algunas veces navegaba por internet. Nada de sexo. Los informáticos de la empresa tenían todas esas páginas capadas. Además quedaba constancia de que sitios visitaba cada trabajador, así que no me arriesgaba con nada ‘raro’.

Una tarde que estaba sólo en casa con mi mujer, fue al cuarto en donde habíamos puesto el ordenador y me puse a navegar. Al poco rato, estaba viendo videos porno. Había de todo lo imaginable. Busqué videos de mamadas. Antes mis ojos desfilaron cientos de lindas mujeres mamando pollas sin cesar. Pollas pequeñas, pollas normales, pollas enormes. Varias pollas a la vez. Y que mar de leche. Corridas en la cara, en la boca, en todo el cuerpo.

No había estado tan excitado desde hacía mucho. Me saqué la polla y empecé a hacerme una paja mirando aquellos videos. Cuando estaba a punto de correrme, paraba. Quería ver más, y más.

No la vi llegar, pero mi mujer estaba a mi lado, mirándome. Me sorprendió con la polla en la mano mientras en el monitor un negro con una polla impresionante se corría en la cara de una preciosa morena. La miré.

Ella tenía que haberse arrodillado delante de mí y chuparme la polla hasta hacerme correr en su cara. O en su boca y enseñarme como se tragaba toda mi leche. O sentarse sobre mí y clavarse mi polla en su coño y cabalgarme hasta corrernos los dos.

Pero no hizo nada de eso. Sólo me miró y me dijo:
-Cuando termines espero que no dejes rastro en el ordenador de nada de eso. Y cierra la puerta. A ver si los niños te van a pillar así.
Se marchó, dejándome allí con la polla tiesa en la mano. Seguí viendo videos y masturbándome hasta que me corrí.
Eso me costó otra discusión, esa noche, en la cama. Ella me echó en cara que me masturbara. Yo le grité que lo hacía porque ella no me daba el sexo que yo necesitaba. Se dio la vuelta y ya no hablamos más del tema.
Pero yo seguí viendo porno y masturbándome frente al ordenador. Ella ya no volvió a entrar cuando yo estaba usando el cuarto. No me la chupó ni masturbó durante más de un mes. Yo no le dije nada. No le pedí nada. Ya me las arreglaba yo solito.Fue ella la que se rindió. Una noche estábamos los dos acostados en la cama, dándonos la espalda.
-¿Quieres que te la chupe?
-Sí.
Fue una buena mamada. A oscuras sentí su cabeza subir y bajar a lo largo de mi polla. Me corrí en su boca. La oí escupir el semen, me imagino que un pañuelo de papel. Después me abrazó y nos dormimos.Volvieron las pajas y mamadas semanales. Pero no dejé de ver mis videos.Buscaba y veía de todo. Incluso a veces videos gay. No me excitaban especialmente. Lo que más buscaba y veía eran videos de mamadas. Me encantaba ver aquellas preciosas mujeres chupando pollas sin parar.

Los mejores eran los videos con pollas bien grandes. Miraba aquellas pollas enormes entrar y salir de aquellas boquitas. Las veía correrse en esas bocas, en sus sonrientes caras. Lo máximo, lo que más cachondo me ponía eran los videos de pollas grandes y corridas abundantes. No sé por qué, pero las pollas grandes solían tener corridas pequeñas.

Me empecé a dar cuenta de que me excitaba mirar aquellas pollas. No a los hombres. Las pollas. Los videos gay de hombres follándose no me ponían. Pero sí las mamadas gay.

Empecé a buscar videos de hombres masturbándose. Miraba con se meneaban las pollas hasta correrse. Yo miraba como aquellas duras herramientas se tensaban y lanzaban al aire su cargamento.

Encontré unos videos que me pusieron muy cachondo. Eran videos en donde los hombres tenían electrodos en la polla, y la corriente eléctrica los estimulaba. Me parecía muy morboso ver como las pollas se ponían duras sin tocarlas, como se levantaban, empezaban a tener espasmos y como se corrían, dando saltos y descargando grandes cantidades de semen.

Me gustaba mirar pollas, eso estaba claro Ya fueran en la boca de mujeres, de hombres, o solas. Y sobre todo, me gustaba mirar pollas corriéndose.

Una tarde, mientras veía como un muchacho, aunque no se veía su cara, sólo sus muslos y su polla, se corría sobre su mano, me puse a pensar. En cómo me sentiría al tener una polla en la boca. En cuales serían mis sensaciones cuando una buena polla se corriera en mi boca. A que sabría su leche.

 

Me corrí imaginándolo. Me corrí imaginándome a mí mismo chupando una polla hasta que se vaciara en mi boca, hasta saborear su semen.
Fue un orgasmo muy intenso. Me miré las manos, cubiertas de mi esperma. ¿A qué sabría mi propio semen? Acerqué mi mano a mi boca, pero no me atreví. Luego, por la noche, pensé en lo que me había estado a punto de hacer. Me reí sólo. Me dije que sólo fue porque estaba muy caliente.
Pero no fue así. A partir de ese día me fijé más en las pollas. Ya no miraba a las mujeres. Sólo me fijaba en las pollas. Follándoles el culo, el coño, y sobre todo, la boca. Cuando veía algún video en el que la chica, o un chico, se tragaba el semen que le habían echado en la boca, me preguntaba que sentiría. A qué sabría.

Me decía que era muy sencillo. Sólo tenía que correrme en mi mano y luego probarlo. Lo intenté muchas veces. Me masturbaba deseando probar mi leche. Pero cuando me corría en mi mano y la miraba, después del orgasmo, el deseo desaparecía. No me atrevía. Acercaba la mano llena de semen pero no lo probaba.

Observé que justo después del orgasmo el deseo de hacerlo desaparecía. Me prometía a mi mismo que esa vez lo haría, pero después no era así.

Hasta el día en que sí lo hice. No podía seguir así, deseándolo para después echarme atrás para volver a desearlo al día siguiente. Ese día, me tenía que hacerlo. Me corrí en mi mano. El deseo, como siempre, desapareció. Sabía que sería así. Levanté mi mano, saqué la lengua y deposité mi leche en mi boca.

Cerré los ojos. Tenía por fin la boca llena de semen. Lo saboreé un poco antes de tragarlo. No era nada especial. Caliente, salado y ligeramente amargo. Me sentí estúpido. Pero al menos ya no volví a sentir deseos de probar mi semen.

Al menos, no el mío. Me siguieron atrayendo las pollas, las corridas. Ya sabía a lo que sabía el esperma. Pero no era eso lo que buscaba. Quería sentirlo estallar en mi boca, salir a presión de una dura polla, como bajaba por mi garganta mientras seguía estallando contra mi lengua.

Quería chupar una polla.

Pero si tanto me había costado decidirme en probar mi semen, el chupar una polla me parecía imposible. Sólo una fantasía que usar para hacerme buenas pajas.

Me equivoqué. Me resultó más sencillo que lo había imaginado.

Pocos días después había ido al cine con mi mujer. Fuimos al centro comercial. Después de la película, me entraron ganas de ir a hacer pis. Mi mujer fue al coche a esperarme.

Estaba de pie, en un urinario, vaciando la vejiga. A mi lado se puso un chico. Oí el sonido de su pis y miré. Tenía su polla, flácida, agarrado con dos dedos. Él se dio cuenta de que yo le miraba.

-¿Te gusta mi polla?
-¿Eh? Oh, lo siento. No te estaba mirando.
-¿Cómo que no? Si me la comías con los ojos.

Miré hacia a delante y terminé de orinar.

-¿Eres maricón?
-No, no lo soy.
-Yo tampoco. ¿Quieres chuparme la polla?

Lo miré. Y miré su polla. Se estaba poniendo dura. El se la acariciaba mientras crecía ante mis ojos. Era una buena polla. No aparté los ojos de su cada vez más dura estaca.

-¿Te gusta? Tengo una bueno polla, ¿verdad?
-Sí.
-¿Me la quieres chupar?
-Sí.
-Ven

Lo seguí y nos metimos en uno de los retretes. Cerramos la puerta. Desde fuera se veían nuestros pies. Estaba claro que allí había dos personas. Estábamos frente a frente. Mis ojos clavados en aquella polla que daba saltitos de excitación.

-¿A qué esperas, mamona?

Sus palabras me devolvieron a la realidad. Estaba con otro hombre en un baño público para chuparle la polla. Mi propia polla me dolía, encerrada en los pantalones y dura como una piedra.
No me di cuenta de nada hasta que estuve arrodillado delante de él, con su polla apuntando a mi cara. Mi más oscuro deseo se iba a cumplir, pero me quedé bloqueado. No sabía qué hacer.

Fue él el que se acercó y me puso su polla en los labios. En cuando sentí su cálido capullo rozármelos, abrí la boca y me metí la polla en la boca.

Estuve a punto de correrme. Aquello era lo más morboso que me había pasado en la vida. Como yo no me movía, el empezó a hacerlo, follándome la boca. Al fin sentía una dura polla en mi boca. Caliente, suave. Me cogió por la cabeza y aumentó el ritmo.

-Ummm que boquita tienes, mamona. Eso es.

Empecé a actuar. Chupé, lamí. Use mi lengua para enroscarla alrededor de su polla. Y le miré a los ojos.
Se sacó los huevos y me hizo chuparlos. Después me pasó su polla por toda la cara, antes de volver a metérmela en la boca.

Quise demostrarle lo buena mamona que era, así que llevé una mano a sus huevos y la otra a su polla. Sin dejar de mamar, lo empecé a pajear al mismo tiempo. El me miraba, con los ojos entornados de placer.

Las señales de su corrida se hicieron patentes. Su cuerpo se empezó a tensar. Saqué la polla de mi boca. Saqué la lengua y lo pajeé con fuerza. Quería que viera como su leche me llenaba la boca, como la recogía toda.
Cuando noté que se iba a correr, puse la punta de su polla contra mi lengua. El primer chorro fue muy fuerte y me golpeó el fondo de la boca. Los siguientes caían sobre mi lengua. Con mi boca abierta, él miraba como me llenaba poco a poco la boca con su semen.

La polla dejó de manar. Le enseñé mi boca llena. La cerré y tragué, de dos veces. Aquel esperma me quemaba el esófago mientras bajaba hasta mi barriga. Abrí la boca para mostrarle que me lo había tragado todo. Apreté su polla y salió un poco más de leche que quedó en la punta de su polla. Con la lengua, lo limpié.

-Wow, vaya mamada, tío. Se ve que eres un experto comepollas.
-Es mi primera vez.
-¿En serio?
-Sí.
-Wow. Seguro que no será la última. Me largo.

Se guardó la polla y me dejó allí, de rodillas. En mi boca el sabor de su leche. Me saqué la polla y en menos de un minuto me estaba corriendo en las paredes del retrete. Salí, me enjuagué la boca y me fui a buscar a mi mujer.
-¿Por qué has tardado tanto?
-Es que había mucha cola – mentí.

De regreso a casa no dejaba de pensar en aquella polla. En lo dura que era. Lo bien que sabía. La textura de su leche. Su sabor. Se me puso la polla dura otra vez. Cogí la mano izquierda de mi mujer y la llevé hacia mi polla.

-Hazme una paja.
Sin mirarme, apartó la mano.
-Estoy cansada.
“¿Cansada? ¿Cómo se puede estar tan cansada como para no hacerle una simple paja a tu marido?”

No insistí. Seguí conduciendo hasta llegar a casa. Antes de acostarme, en el baño, me hice una lenta paja hasta correrme gimiendo de placer.

La segunda vez fue tres días después. Volví al centro comercial, al mismo baño, por la noche. Cuando entré me llevé una sorpresa.

Un hombre de mi edad, quizás un poco mayor, estaba arrodillado delante de otro, chupándole la polla. Cuando me vio entrar, se asustó. Se levantó y salió corriendo. Cuando me fijé en la polla, mi boca se abrió. Era una polla enorme. Estaba brillante por la saliva del prófugo mamador.

-Joder, me ha dejado a medias – se quejó el frustrado dueño que aquella gran polla.
-Yo puedo seguir.
-¿Saldrás corriendo como el otro?
-No.

Me arrodillé y me llevé aquella hermosa polla a la boca. Me ayudé con la mano. Casi no me cabía. Era enorme. Él me acarició la cabeza, dejándose mamar.

-Aggg, sí que lo haces bien. Ya me habían dicho que a este baño suelen venir buenas mamonas. Tenían razón.

Me sentí orgulloso de lo que decía. Que era una buena mamona. Le llené la polla de saliva. Lo mamaba cada vez más rápido, moviendo la mano. Le pasé la lengua desde los huevos hasta la punta de la polla, y me la tragué otra vez. Bueno, lo que pude.
Me tuve que colocar la polla de lado porque no la había tenido tan dura en mi vida. Los dos estábamos concentrados. Él en cómo se la mamaba y yo en chupar aquella enorme tranca. Cuando nos dimos cuenta, a nuestro lado había otro hombre, que se tocaba la polla por encima del pantalón mirando mi mamada.

No salí corriendo. Seguí mamando, más cachondo aún. El recién llegado se bajó la bragueta y se sacó un más que respetable herramienta.

-¿No saludas a nuestro nuevo amigo? -dije el primero

Me saqué su polla de la boca y me metí la nueva. Era menos gruesa que la otra y me la pude meter más adentro.

Durante los siguientes cinco minutos fui alternando de polla en polla. Me tuve que sacar la mía o me hubiese corrido en los calzoncillos.

El primero en dar muestras de que iba a correrse fue el segundo hombre. Me cogió la cabeza y me la apretó contra él. Su leche se estrelló contra en fondo de mi garganta antes de ser tragada con gran placer. Fue una corrida muy abundante y sabrosa, durante la cual él no dejó de gemir. Me soltó la cabeza y sacó su polla. Se la lamí para dejarla limpia.

Proseguí con la primera polla. Deseaba que me diera su preciada carga. Me esmeré en darle el máximo placer posible. Con los labios, con la lengua, con mis manos. El segundo nos seguía mirando, con su polla aún fuera del pantalón.

-Aggggggggggg cabrón….me voy a correr….vaya mamada…agggggggggggg

Aunque lo intenté, me fue imposible tragarme la impresionante cantidad de semen que me echó en la boca. No podría tragar al mismo ritmo con que él se corría y de mi boca escapó gran cantidad de su leche que bajó por mi barbilla. La que me pude tragar me pareció deliciosa.

El otro hombre se fue sin despedirse. Yo seguí chupándosela para limpiársela. No se le bajaba. Seguía dura. Él me miraba sonriendo.

-Ven – me dijo.

Nos metimos en un retrete y cerramos la puerta. El se sentó y yo me arrodillé entre sus piernas.
Le hice otra lenta y sensual mamada. Me acaricié la cara con su polla. Él no dejaba de mirarme.
-Joder, tío. La mamas mejor que la mayoría de las mujeres.
-Quítate los pantalones.
Se levantó y se los bajó, junto con los calzoncillos. Su polla parecía aún más grande. Le chupé los huevos, uno a uno. Metiéndomelos en la boca. El me pasaba la polla por la cara.

Se dio la vuelta. Su culo quedó ante mí.
-Cómemelo.

Era algo que le había pedido a mi mujer varias veces, pero que nunca acepto. Abrí sus nalgas y lamí su negro agujero. Él gemía de placer, mientras mi lengua se apretaba contra su ano.

-Ummm que rico. Hazme una paja mientras me lo comes.
Llevé una mano hacia adelante y le cogí la polla. Lo pajeé y lamí al tiempo. Cuando su orgasmo fue a estallar, se dio la vuelta y me metió la polla en la boca. Esta vez no desperdicié ni una gota de su rica leche. Toda terminó en mi barriga. Me quedé largo rato arrodillado besándole y lamiéndole su preciosa polla, que se aflojaba poco a poco. Él me miraba.

-¿Tienes móvil? – me preguntó.
-Sí.
-Dame el número. Tenemos que repetir esto.

El corazón me palpitaba con fuerza. Eso significaba que podría volver a chupar aquella preciosa polla. Que podría volver a tragar su sabrosa leche.

Deja tu comentario sobre el relato, Gracias!!!!

Nacho

Administrador, Editor, y el loco inventor de todo esto, apasionado del sexo en todas sus versiones con una mente abierta, creativa y e innovadora. Pajillero innato, amante de las pajas entre colegas. Vive en Madrid, España, A sus 36 años, casado y con dos churrubeles, siempre que puede esta dispuesto para una reunión de pajas y de organizarlas, es el responsable de organizar el club de pajas de Madrid. Informático de profesión, amigo de sus amigos, siempre dispuesto a ayudar.

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7 Respuestas

  1. amando los dice:

    Guaoooo!!!<br />Que relato tan verosímil and excitante, me encantó!<br />Saludos,<br />Amando Los

  2. wow!! que exitante mela dejo bien dura

  3. Anonymous dice:

    a mi tambien me la dejo dura

  4. Anonymous dice:

    increible!! muuy buen relato! no pare de pajearme mientras leia! quiero nas

  5. Jose dice:

    Ufff me he puesto súper cachondo leyendo
    El relato.me veo reflejado en el protagonista.me pasa exactamente lo mismo.ardo de deseo cuando imagino que tengo la boca llena de leche.

  6. industrialing dice:

    uff que buen relato me hizo recordar mis tiempos de universitario

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